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lunes, 26 de marzo de 2018

Cuento para entender el TDAH. Ina, la niña que no para







Ina era una niña delgada, bajita y muy muy inquieta. Casi siempre estaba moviéndose, siempre estaba haciendo cosas, y hablaba mucho y muy deprisa. Ina tenía un gran corazón y muchas buenas ideas, era una niña muy buena y muy lista, pero a veces le costaba hacer amigos porque era muy inquieta.
En el cole le costaba estar sentada en la silla y escuchar al profesor o profesora, aunque lo intentaba no siempre podía controlarse, y tenía que hablar, o moverse, o mirar lo que hacía otro compañero. Cuando tenía un examen, le costaba pensar en el resultado de las preguntas, con solo ver las primeras palabras creía saber la respuesta y tenía que responder. Además a veces se distraía sin saber porque y cuando se daba cuenta no tenía tiempo para terminar los ejercicios o el examen. Y por eso, a pesar de haber estudiado y de saberse las preguntas, Ina no siempre sacaba buenas notas. Los profes no paraban de reñirla, decían que era muy distraída y que nunca hacía caso a lo que le decían.
En casa, la cosa era igual o peor. Ina sacaba todos sus juguetes, jugaba con muchas cosas, a veces tenía muchas ideas a la vez en su cabeza y pasaban muy rápido. Así Ina se movía de un lado a otro, saltaba, corría, lanzaba cosas. Cuando estaba haciendo algo se le ocurría otra cosa que podía hacer. Y como esto era así a Ina se le olvidaban muchas cosas, a veces rompía cosas y también se hacía daño ella o se lo hacía a su hermano pequeño. Siempre la estaban riñendo y pidiéndole que se estuviese quieta y tranquila.
Con sus amigos Ina también tenía problemas, a veces quería contarles muchas cosas a la vez, le costaba escuchar a los demás y también esperar su turno en los juegos. Por eso, aunque no se lo decían muchos niños y niñas no querían jugar con ella.
Además Ina tenía problemas con sus emociones, a veces estaba muy alegre y no podía contenerse, reía a carcajadas, saltaba, bailaba y quería hacer muchas cosas. También le sucedía lo mismo con sus enfados, a veces se enfadaba y gritaba, contestaba, no paraba de moverse y decía cosas de las que luego se arrepentía.





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